SOS. Se está perpetrando un atraco. Perfectamente planificado, a plena luz del día, con guante blanco y con un relato mediático que disfraza el delito con una falsa pátina de solidaridad.
¿Las víctimas? Los hombres y mujeres del campo y el modelo social y profesional de la agricultura que mantiene vivos los pueblos de nuestra tierra, que genera empleo, fija población, que sostiene el sistema cooperativo y dinamiza las zonas rurales de Andalucía.
¿El ladrón? Un lobo disfrazado de cordero. Por sorprendente que parezca, es el ministro de Agricultura, Luis Planas, el caballo de Troya de los que quieren quedarse con nuestro tejido productivo. El ministro está obedeciendo los mandatos de los mercados financieros, una fauna integrada por especies tan peligrosas como bancos, grupos agro exportadores, fondos de inversión o paraísos fiscales.
No damos crédito a lo que está pasando. De la noche a la mañana, y a través de un decretazo en el que no se contó con la opinión del sector agrario, se cambiaron las reglas del juego, imponiendo nuevas normas de reparto de las ayudas de la PAC con una convergencia que, en ningún caso, estaba obligada por la UE y, por lo tanto, absolutamente innecesaria. Lo peor: que desde el primer minuto está atacando a los agricultores con las rentas más débiles. Ésta es la realidad, por mucho que la campaña propagandística del Ministerio contamine con mensajes demagógicos y manipuladores y confunda a la opinión pública.
Y es que es indignante que con este decreto se pegue el hachazo a los que menos renta y menos tierra tienen, como el caso por ejemplo, de un vaquero de Los Pedroches con 120 vacas y poca base territorial pero muy productivo, al que de un plumazo le quitan el 50% de la ayuda de pago básico. ¿Este ganadero es para Planas uno de los señores del campo a los que hace referencia cuando se le llena la boca hablando de solidaridad e igualdad, ejes de su relato perfectamente diseñado para falsear la realidad? Quien no te conozca que te compre, señor ministro.
A los que llevamos toda la vida trabajando la tierra y produciendo alimentos con responsabilidad social, como se ha podido comprobar en los momentos duros de esta pandemia, no nos va a dar coba. Aunque el impacto del decreto de convergencia y la futura reforma de la PAC se guarda con secretismo en el Ministerio, las organizaciones agrarias, unidas, hemos realizado nuestros propios informes, estos sí, sin trampas ni cartón. Y los datos contradicen totalmente el cuento que vende el ministro. Su reforma no sólo no favorece a los pequeños agricultores, sino que mete la mano en el bolsillo de los más débiles.
Si realmente su motivación fuera poner límite a los grandes perceptores de ayudas, lo podría hacer de una manera sencilla y justa, ya que existen herramientas como el ‘capping’ o el pago redistributivo que están permitidas por Europa, que limitan el cobro de ayudas por explotación. Esto le quita la careta al señor ministro.
¿Por qué, entonces, toda esta maniobra? ¿Qué esconde Planas? Tenemos clara la respuesta: quiere llevar las ayudas públicas, que deben apoyar al tejido productivo, a los agricultores y ganaderos de a pie y al medio rural, hacia los mercados financieros antes mencionados. Ni más ni menos. Lo que se traen entre manos es cambiar el modelo actual de ayuda individual de apoyo a la renta del que trabaja el campo y es productivo, a otro en el que prima la ayuda por superficie y, lo peor, la tasa plana, que homogeniza las ayudas para todas las hectáreas.
De esta manera, entran en el reparto de ayudas tierras que no se han dedicado a la actividad agraria nunca, por improductivas, estimamos que unas 10 millones de hectáreas en toda España. Estas tierras, que no producen valor añadido en las zonas rurales, y que están acaparando los fondos de inversión, son las que se quedarán con las ayudas que se les va a quitar, en ese hipotético reparto solidario, a los agricultores y ganaderos que sí trabajan y producen, y generan empleo y fijan población, etc. Los que tienen los pies en el barro, los que se levantan de madrugada a ordeñar, los que están entrampados hasta las orejas por invertir en innovación y en calidad… A esos agricultores y ganaderos, que son la mayoría en Andalucía, son a los que traiciona Luis Planas, el peor ministro de Agricultura de toda la historia.